Siguiendo una recomendación de un conocido decidimos probar suerte en el Restaurante Cavia en la playa de El Campello. El paseo es agradable: una playa tranquila de invierno y un sol tibio nos acompañaron por el paseo marítimo hasta las puertas de este pequeño y anticuado restaurante. Durante el trayecto tuvimos la tentación de olvidar la recomendación y entrar en alguno de los locales que sirven comida mediterránea y que abundan en los pocos metros recorridos desde el aparcamiento. Quizá hubiéramos disfrutado más de haberlo hecho...
El local no tenía ningún encanto. En la carretera habíamos visto un anuncio del restaurante que proclamaba su antiguedad: abierto desde 1962, creo recordar. Toda una hazaña en el proceloso mar de la hostelería costera. Quizás por eso el restaurante permanece inmutable en su sencilla decoración sin gusto ni concierto. Quizás no lo necesitan.
Nos sirvieron una ensalada sabrosa y un entrante de allioli, tomate y pan muy sabrosos.
El vino de la casa -no consultamos la carta de vinos- era un Palacio de Viveros que se puede comprar en cualquier supermercado por 1,80. No obstante, como el humor era bueno y el sabor también, lo bebimos con gusto, esperando el caldero de arroz con bogavante que ofrecían como oferta estrella de su menú.
El caldero estaba sabroso, correcto. Los pedazos de bogavante eran los justos para dar un sabor suave, no intenso, al arroz caldoso. El arroz tenía el grado justo de dureza. Fue una buena elección.
Los postres, no obstante, carecen de calidad. Tomé una tarta de queso que era, con toda certeza, industrial y que sabía demasiado a nata. No pidáis el menú completo!
Pero la sorpresa desagradable fue la cuenta. El vino, que no estaba en el menú, nos costó 17.50. Cuando pedí una explicación el camarero, esquivo y seco, me comentó que ése era el precio de todos los vinos de Rueda. Fue evidentemente un engaño para hinchar la factura.
Pese a la comida correcta y sabrosa, ni la atención ni el local ni el coste justifican una vuelta. Así que decimos adiós al Cavía. No volveremos.
"Y esta es una grande, una suprema filosofía; no hay pasado ni existe porvenir; sólo el presente es lo real y es lo transcendental. ¿Qué importan nuestros recuerdos del pasado, ni qué valen nuestras esperanzas en lo futuro? Sólo estos suculentos galianos que tenemos delante, humeadores en su caldero, son la realidad única; a par de ellos el pasado y el porvenir son fantasías." Ruta de don Quijote, Azorín
6 ene 2015
Una agradable sorpresa: Hotel Restaurante Agir
Esta vez tocaba paella, estando como estábamos en Benidorm, una ciudad que es mucho más que diversión, playas y edificios altísimos. El levante español tiene las mejores paellas que he probado, y nunca perdemos a ocasión de reafirmarnos en esta convicción.
El Restaurante Agir se encuentra en la Avenida del Mediterráneo, en la quinta planta del hotel. Las vistas, sin ser espectaculares, nos dejaban ver retazos de mar entre los edificios de la primera línea de playa. El local era agradable y moderno.
Pedimos el clásico y esencial menú mediterráneo: una ensalada mixta y una paella de mariscos. El vino, ligeramente ácido, nos fue recomendado por el camarero: un Gilda 2013 Rueda. La ensalada, perfecta en su rotunda sencillez:
Y esto añadiendo un delicioso y suave allioli y tomate para mojar el pan. Esperábamos que la paella no desmereciera la calidad de los entrantes, y no nos decepcionó. Al contrario, era perfecta:
El arroz todo estaba impregnado del delicioso sabor de los mariscos: gambones, cigalas y pequeños trocitos de calamares.La sal, la justa para no desmerecer al caldo. El grano del arroz en su punto, con esa ligera dureza del grano retirado del fuego en el momento justo. Fue una experiencia deliciosa que no pudimos culminar, porque las cantidades eran generosas para dos estómagos medianos como los nuestros. Y finalmente, después del placer, llegó la temida cuenta... que fue ajustada, mucho más económica que en otros restaurantes de la zona. Nos marchamos felices con la firme promesa de regresar.
El Restaurante Agir se encuentra en la Avenida del Mediterráneo, en la quinta planta del hotel. Las vistas, sin ser espectaculares, nos dejaban ver retazos de mar entre los edificios de la primera línea de playa. El local era agradable y moderno.
Pedimos el clásico y esencial menú mediterráneo: una ensalada mixta y una paella de mariscos. El vino, ligeramente ácido, nos fue recomendado por el camarero: un Gilda 2013 Rueda. La ensalada, perfecta en su rotunda sencillez:
Y esto añadiendo un delicioso y suave allioli y tomate para mojar el pan. Esperábamos que la paella no desmereciera la calidad de los entrantes, y no nos decepcionó. Al contrario, era perfecta:
El arroz todo estaba impregnado del delicioso sabor de los mariscos: gambones, cigalas y pequeños trocitos de calamares.La sal, la justa para no desmerecer al caldo. El grano del arroz en su punto, con esa ligera dureza del grano retirado del fuego en el momento justo. Fue una experiencia deliciosa que no pudimos culminar, porque las cantidades eran generosas para dos estómagos medianos como los nuestros. Y finalmente, después del placer, llegó la temida cuenta... que fue ajustada, mucho más económica que en otros restaurantes de la zona. Nos marchamos felices con la firme promesa de regresar.
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